Siempre he tenido profundo interés y curiosidad por el ser humano: qué nos mueve, cómo funcionamos, cómo construimos nuestra existencia, qué nos potencia y qué nos aparta de nuestra búsqueda más auténtica. Durante mi formación profesional, ese interés se dirigió sobre todo hacia la infancia y adolescencia y pude trabajar en diversos ámbitos tales como hospitales pediátricos, escuelas, en el trabajo social con adolescentes marginados, entre otros. En esas experiencias, me sorprendía enormemente la dificultad de los adultos, en general, para conectar con los niños y adolescentes, para hablarles desde la verdad, para entender sus necesidades y para ponerse a su lado, a su disposición.
Actualmente, además de licenciada en psicología, soy mamá de dos niñas. Esto me llevó a acercarme de forma especial al campo de la educación, en una búsqueda por encontrar espacios que fueran coherentes con lo que un niño realmente necesita para desarrollarse en plenitud. Ahondando en este ámbito, encontré varias maneras desde donde se puede plantear la educación y el proceso de aprendizaje, cada una de ellas generando efectos muy diferentes sobre el devenir de cada persona y de la humanidad como un todo… ¿Es posible partir del niño como protagonista de su propio aprendizaje y trayectoria vital, respetando sus intereses, inquietudes y ritmos? ¿Cómo seria una sociedad, como seríamos individualmente, si esto se diese así?
Este proyecto surge de la búsqueda de respuestas a esa cuestión y a las que vayan surgiendo a lo largo del camino. Para mí, es un verdadero regalo formar parte de La Semilla Violeta, junto a Nuria, para vivir en primera persona este cambio de mirada hacia la infancia y adolescencia, hacia las relaciones humanas en general, e irradiar esta posibilidad de transformación a nuestro entorno.