EL AMBIENTE EMOCIONAL EN LAS ESCUELAS

A estas alturas del curso, es natural que sintamos algo de cansancio por el año escolar que se termina y por el calor que va llegando. Es natural la sensación de cansancio, pero el agotamiento profundo que muchas docentes experimentamos no tiene que ver con este momento sino que se genera por muchos factores que hacen que el último trimestre sea un tramo especialmente largo y desgastante.

En parte ese agotamiento es el resultado de que hemos trabajado por encima de nuestras capacidades, sin respetar los tiempos de descanso, ocio, auto-cuidado. También es el resultado de las condiciones laborales desfavorables, de la ratio en el aula, de la falta de sostén en el propio equipo, de las dificultades que suelen surgir en las relaciones con las familias. Pero hoy de lo que quiero hablar es de un aspecto en particular, que tiene que ver con el ambiente emocional que se genera en la escuela, otro gran factor que contribuye a nuestro desgaste excesivo.

¿QUÉ ES EL AMBIENTE EMOCIONAL?

El ambiente emocional se refiere a la parte de un ambiente o espacio que tiene que ver con la dimensión emocional, con la manera como nos sentimos en ese lugar, con las emociones que se generan en un entorno específico con dinámicas específicas. Lo típico que decimos cuando llegamos a un lugar y nos da “mal rollo” o “buen rollo”. No se ve, pero se percibe e influye en cómo estamos y qué hacemos.

Cuando el ambiente emocional es de tensión y frustración, cuando los niños y niñas, maestras y educadoras no están a gusto, lo que ocurre es que el aula pasa de ser un espacio de exploración y crecimiento a un espacio de desencuentro, enfado y conflicto que hace que sea especialmente difícil acompañar en el día a día.

Evidentemente, los conflictos forman parte de las relaciones humanas y no son un problema en si mismos. La dificultad surge cuando hay tal mal ambiente que los conflictos están ocurriendo en la mayor parte del tiempo de convivencia, con muchos niños implicados, y con una intensidad exagerada. Es decir: cuando el aula se convierte en un verdadero infierno que nos carga aún más y nos deja sin saber cómo actuar ante lo que está ocurriendo.

Desde luego, en un ambiente o un clima emocional así, es imposible que ocurra un desarrollo o aprendizaje óptimos, ya que todo nuestro organismo está en un estado alterado, a la defensiva, sin capacidad para recibir información o incluso con poca apertura para poder abrirse a los demás, al encuentro, comprensión, empatía.

¿CÓMO CUIDAR UN AMBIENTE EMOCIONAL?

Desde luego, es rol del adulto el cuidar un ambiente para que éste sea emocionalmente sano. Sano para el grupo de niños y niñas, pero también sano para una misma, para llegar a fin de curso con un cansancio natural pero no con tal desgaste que nos haga incluso replantearnos si queremos continuar en nuestra labor educativa.

El clima emocional se cuida, primero, atendiendo nuestra propia realidad emocional. Conociéndola, nombrándola, acogiéndola y, así, no llevándola en modo automático hacia el aula. Cuando nos conocemos, podemos atender nuestras necesidades en vez de volcar el malestar en nuestras compañeras de trabajo, en las familias y en las criaturas.

Luego, es importante revisar las rutinas y los materiales para asegurarnos de que realmente tengan sentido y estén al servicio de la vida, y no para generar más prisa, estrés, desorden, etc. Muchas veces la escuela está organizada según un criterio administrativo y curricular (mal entendido), en vez de organizarse de una manera orgánica, respetando la lentitud que encontramos en la naturaleza.

La base de un espacio emocionalmente sano y seguro es que haya relajación en el ambiente. Relajación física-muscular de la adulta, relajación de los tiempos, relajación de las expectativas y exigencias. Relajación.

Cuando estamos en ese estado (físico, emocional, mental y relacional), estamos diciendo a los niños y niñas que están cuidados y protegidos, y que pueden ocuparse de lo propio: jugar, explorar, relacionarse, aprender. Desde ese estado también estaremos, nosotras, mucho más sensibles y disponibles para percibir y responder a las necesidades que van expresando los infantes, lo que hace que se sientan tenidos en cuenta, vistos, y perteneciendo a ese grupo humano.

La educación, la tarea educativa, la escuela, el aula, ¡no pueden ser un foco de sufrimiento! Queremos que se transformen en un foco de encuentro, crecimiento y, sobre todo, de bienestar para todos los miembros de la comunidad educativa.

Texto: Fernanda Bocco.



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