¿QUÉ PODEMOS HACER PARA QUE LOS HERMANOS SE LLEVEN BIEN?
La relación entre hermanos es una relación privilegiada. Es dónde se pueden practicar muchas cosas útiles para la vida: el juego, los límites, el auto-conocimiento, la fuerza física, la expresión de las emociones, la superación de uno mismo, y un largo etcétera. Pero no siempre es una relación fácil, fluida, como quisiéramos las madres y padres: es frecuente que haya discusión o a veces incluso agresiones y nos quedamos sin saber qué hacer ante esas situaciones.
¿Por qué se pelean los hermanos?
Partamos de la base de que la llegada de un nuevo bebé a la familia pone en juego todas las dinámicas y la estructura que estaba previamente establecida. No cambia únicamente que hay una persona más, ni que una criatura pasará a tener un hermano o hermana, ¡cambia TODO! La pareja tiene que volver a organizarse, la madre se ve con un bebé en brazos, con unas necesidades muy específicas, y a la vez otro hijo/a que antes era el único y que ahora se encuentra en un momento diferente al del bebé, con sus necesidades propias. El tiempo “libre” cambia, los brazos de la madre están más ocupados, el pecho y la lactancia tienen nuevo sujeto, el descanso de todos de la casa se reduce, hay más ruido… Es decir, la familia como se conocía previamente y como venía funcionando en los últimos tiempos, tiene que volver a configurarse, totalmente.
La niña, el niño, que antes eran “el único”, “el pequeño”, pasan del disfrute absoluto de sus progenitores a tener que experimentar todo el cambio que acabo de describir. Y surge un gran miedo: “ya no me quieren”. En mayor o menor grado, hacia fuera o hacia dentro, todo ser humano en estas condiciones ha experimentado algo semejante. No es racional, no depende de que los adultos digan que les siguen queriendo. Es una angustia profunda, una sensación de amenaza que se instaura en todo su ser, y hace que un organismo antes relajado ahora esté en tensión y en defensa, a la vez que pone en acción una serie de comportamientos destinados a llamar la atención del adulto y asegurarse de que le miren, le tengan en cuenta, en definitiva, de que sigue existiendo y formando parte de ese grupo.
¿Qué cosas empeoran la relación entre hermanos?
En nuestra buena intención, muchas veces hacemos o decimos cosas que terminan agudizando ese malestar. Cuando decimos a un niño que le encantará su hermanito, que podrán jugar mucho, que será muuuuy divertido, y luego se encuentran con un bebé que duerme y llora todo el día y que “quita” tiempo a sus padres, es fácil que se sienta engañado. Y además de sentir que la realidad queda lejos de lo que le han contado, siente que como lo han vendido tan bien y todos parecen contentos, no hay espacio para expresar su malestar, su enfado, tristeza, miedo, etc.
Si encima hacemos responsable al mayor de cuidar al pequeño, entretenerle, acompañarle, le estamos atribuyendo una responsabilidad que no le corresponde y le exige “estar a la altura” de la situación. Rápidamente, porque su prioridad es seguir siendo querido, el mayor se ajustará a esa expectativa, muchas veces por encima de sus propias capacidades y manteniendo en la base los sentimientos de temor y rencor que estaba experimentando.
Tampoco ayuda, en la medida en que van creciendo, que comparemos uno con el otro: “mira que bien come tu hermana”, o “fíjate lo alto que salta”, o “ya podrías dormir como tu hermano”. Cuando hacemos eso, no sólo influimos en la auto-estima del que recibe el comentario, sino que aumentamos el resentimiento hacia el hermano o hermana, ya que lo que la criatura siente es “mamá le quiere más que a mi”, por lo tanto representa una amenaza, por lo tanto despierta rabia y agresión. Las comparaciones no sirven para que uno “aprenda” del otro; sólo consiguen mermar la autoconfianza y autoimagen de cada uno, a la vez que añaden leña a los temores y envidias activados por la presencia del otro.
La idea de hacer todo “juntos” muchas veces también es contraproducente, ya que hay ocasiones en que cada miembro de la familia necesita un tiempo y un espacio más personal, menos grupal. Creer que pasar todo el tiempo juntos hará que los hermanos se lleven mejor es una equivocación que puede ser constatada en el día a día fácilmente. A veces, separar cada hijo en actividades o espacios diferentes ayuda inmensamente a que puedan reencontrarse desde un lugar renovado, sintiendo que han atendido a su intimidad y ahora están disponibles para la relación.
Cuando intentamos dar ( objetos, respuestas) por igual para ambos tampoco ayuda a medio plazo, ya que cada hijo es único y tiene necesidades propias, que difícilmente serán iguales entre si. Cuando doy a ambos lo mismo, lo más posible es que lo que estoy dando no se ajuste exactamente a ninguna de las dos necesidades que tienen. Muchas veces lo hacemos por ahorrarnos el trabajo de lidiar con alguna rabieta, como en el caso de comprarle una ropa a uno que lo necesita y automáticamente darle al otro, sólo “por igualar”. O cuando es el cumpleaños de uno, regalar algo también al otro para que no se sienta mal. Puede resolver la situación inmediata, pero a la larga ocurren dos cosas: 1) no hay un acompañamiento real del malestar del que no recibe, que necesita ser expresado y acogido; 2) las niñas y niños crecen entendiendo que deben ser compensados cada vez que algo pueda hacerles sentir tristes.
Este tipo de intervención se basa en evitar entrar en el campo emocional, en lo que está realmente ocurriendo de fondo. Cuanto más nuestras acciones vayan en el sentido de negar lo que está pasando en nuestro interior, en el interior de nuestros hijos, más posible es que la relación entre las hermanas y hermanos sea de rivalidad, tensión, agresión, porque no estamos pudiendo mirar la realidad afectiva de las personas en cuestión.
¿Qué podemos hacer para mejorar la relación entre hermanos?
Lo primero es poner palabras a lo que puede estar pasando. Nombrar el malestar que posiblemente esté viviendo el hermano mayor, antes único, no hará que aumente sino todo lo contrario, le hará sentirse entendido, aceptado, acogido. Esto, a su vez, tranquiliza su miedo a ser abandonado o no querido, recordándole que incluso con esos sentimientos sigue formando parte de esa familia. Cuando hay un espacio para su incómodo, es más posible que se relaje y esté más receptivo a relacionarse y querer a su hermano o hermana.
Si, aparte, podemos organizarnos a nivel familiar para que cada miembro tenga sus necesidades satisfechas, incluso si eso ocurre de manera separada, todos estarán en mejor disposición para volver a encontrarse y pasar tiempo juntos. El padre puede salir para una actividad puntual en la calle mientras la madre se queda con el bebé en casa, descansando o haciendo otra cosa que sea necesaria. Dedicar tiempo exclusivo a cada criatura es tremendamente beneficioso para cada uno por separado y para la unidad familiar como un todo. Un tiempo-espacio a solas con cada adulto y con cada hijo, hija, permite reforzar el vínculo y asegurar que no se ha perdido con la llegada del nuevo bebé.
Los espacios de la casa también se pueden organizar de manera a asegurar que las actividades de uno no influyan en las del otro. ¿Cuantas veces ocurre que un niño de 3 o 4 años está montando una torre, con mucha dedicación, y llega la hermana pequeña y tira todo? Si le quitamos importancia a lo ocurrido, posiblemente esté frustrado, enfadado, triste, impotente, y solo, porque encima no se le da el derecho a conectar con lo que está sintiendo. Pero si preparamos el ambiente para que su juego esté protegido y seguro, a la vez que el bebé puede moverse libremente para explorar, transmitimos nuestro amor y respeto de una manera muy clara.
En definitiva, como padres y madres, tí@s, abuel@s y vecin@s, nuestras acciones influyen directamente en la relación fraternal, sea para perjudicarla o para favorecerla. Muchas de las cosas que hacemos con buena intención, pensando que van a hacer que se lleven mejor, tienen el efecto contrario a medio y largo plazo porque terminan aumentando la rivalidad entre ellos. Todo lo que podamos hacer para construir una narrativa coherente, conectada con su mundo emocional, hará que la relación entre hermanos y hermanas sea mucho más espontánea y amorosa.
Texto Fernanda Bocco
Imagen autor desconocido