Mi hijo se aburre… ¿qué hago?

En verano, con tanto “tiempo libre” por delante, es frecuente que oigamos una y otra vez la frase “mamá, papá…¡me aburro!” y nosotras ya no sepamos qué contestarles.

Quizá se nos disparen las alarmas y sintamos que tenemos que entretenerles para evitar que sigan aburridos, quizá pensemos que no les estamos dedicando suficiente tiempo… sea como sea, y en contra de lo que puedas creer, el aburrimiento puede ser una oportunidad.

¿Cómo es posible? Bueno, sé que suena raro porque nuestra inercia es llenar cada segundo de nuestras vidas (y de las suyas) con alguna (o más de una) ocupación.

Y, ¿de dónde proviene este impulso?  Probablemente, haya más de una explicación.

Tomando en cuenta  que el aburrimiento está muy relacionado con el descanso, con “no hacer nada”, al menos aparentemente, veamos algunas causas en detalle:

– Nuestras vivencias de infancia: escuchar “no te quedes ahí quieta como un pasmarote” o “¿vas a estar todo el día ahí, sin hacer nada?”.

– Más aún, las creencias de nuestra familia sobre el trabajo, la importancia de estar ocupados o de aprovechar cualquier momento libre.

– La relación errónea que establecemos entre “hacer” y “ser”; uno es en tanto que hace. Expresiones como “llegar a ser alguien en la vida” esconden, en realidad, la idea de que cuanto más ocupemos nuestro tiempo haciendo algo, “somos” más importantes, más merecedores de consideración. Hoy día, de hecho, parece que se considera un triunfo, un valor, tener las agendas llenas, no tener ni un minuto libre. Decimos “no me da la vida” o “no tengo tiempo ni de respirar” como si fuera algo digno de reconocimiento, de consideración.

Considerar el descanso como una pérdida de tiempo, o como la recompensa que ganamos después de mucho esfuerzo, de mucho trabajo. ¿Cuándo fue la última vez que te diste el permiso para tumbarte en el sofá sin “hacer nada” y sin reprocharte luego que habías estado perdiendo el tiempo?

– Nuestra dificultad para sostener el vacío, el no sé qué hacer (nuestro o de nuestra hija/o). Quizá estemos evitando, con ello, entrar en contacto con esas otras sensaciones, emociones que, con el ritmo vertiginoso del día a día, nos pasan desapercibidas… ¿qué estamos intentando eludir sentir llenando cada minuto de nuestro día a día?

Con todo esto, quizá podamos empezar a mirar al aburrimiento desde un nuevo lugar, si conseguimos despojarlo de todas esas creencias y etiquetas.

¿Te atreves a pensar que el aburrimiento puede una puerta abierta, una oportunidad; pero… ¿para qué?

El aburrimiento como oportunidad

– Ofrece a niños y niñas (y a nosotras) la oportunidad de conectar consigo mismos. Con aquello que les apetece, que les interesa, que les mueve. Esa voz, muchas veces, habla bajito y por eso hace falta el silencio, la quietud, para escucharla.

– Es la antesala de la creatividad: si la vivencia repetida de las criaturas es que son los adultos lo que les dicen constantemente qué hacer, cómo hacerlo, a dónde ir… ¿cómo van a poner en marcha el pensamiento creativo que valora posibilidades, las descarta, prueba, se equivoca? No tienen la oportunidad.

– ¡Despliega el juego! Recuerdo las tardes de verano como verdaderos desiertos. No encontraba qué hacer, me aburría, iba de un lado a otro de la casa… pero también recuerdo que eso me permitía inventar historias, otros mundos posibles, rescatar juguetes olvidados, buscar un nuevo uso a ese otro con el que tanto tiempo pasaba. Si llenamos el tiempo de nuestros hijos e hijas, solo van a obtener una posibilidad: la que tú les des. Sin embargo, si les permitimos explorarlas y descubrirlas por sí mismo/a, las oportunidades de multiplican.

Así que te invito a que la próxima vez que tu hijo, tu hija, te diga que se aburre intentes controlar tu primer impulso por hacerle alguna sugerencia. Prueba a escucharle, a esperar, a confiar en que va a encontrar una alternativa a ese aburrimiento.

Y esa opción, sin duda, tendrá mucho más valor que cualquier respuesta que nosotros podamos darle porque estará en conexión con sus propios recursos. Poco a poco, gracias a esa confianza que podamos devolverles, irán buscando sus propias respuestas, en ellos mismos, antes de buscarlas fuera.



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La Semilla Violeta
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