¿POR QUÉ LA TAREA EDUCATIVA PUEDE SER TAN DIFÍCIL A VECES?
La tarea educativa, bien sabemos familias y docentes, es compleja. Por muchos motivos, pero especialmente porque es un proceso largo en el que hay que seguir un camino sin saber, a ciencia cierta, cuales son los resultados. La educación no es, para nada, algo inmediato. Y esto parece obvio pero veo una y otra vez que seguimos intentando buscar soluciones inmediatas, fórmulas mágicas para solucionar las situaciones difíciles que se nos presentan.
Pero… ¿nos hemos planteado de qué manera nosotros mismos contribuimos para el problema que se ha generado? Por ejemplo, en la manera cómo se tratan los niños, niñas y adolescentes muchas veces en clase, ¿hemos revisado cómo les hablamos nosotras? Porque muchas veces abundan las ironías, comentarios descalificadores o incluso agresivos de los docentes hacia su clase. O la manera cómo se relacionan con la materia que impartimos. ¿Hemos mirado cuánto nos apasiona lo que enseñamos? ¿Somos conscientes de lo que transmitimos en ese sentido? Porque también he sido testigo de demasiadas ocasiones en las que una docente ha dicho “bueno, a mi tampoco me gusta esto pero es lo que hay”, o “se que esta materia es muy difícil y a nadie le gusta”, o “yo tampoco querría estar aquí”.
EDUCAR DESDE EL SER
No hay fórmulas mágicas ni caminos cortos, pero desde luego os puedo afirmar sin miedo a equivocarme que el único camino posible para generar una transformación externa es que, a la vez, hagamos una transformación interna. No es posible educar en empatía desde una falta absoluta de empatía hacia el otro; no es posible educar en la paz desde una comunicación violenta; no es posible querer trabajar las emociones si no estamos mínimamente regulados nosotras y nosotros mismos.
Y esto es precisamente lo que hace la educación una tarea compleja. No es posible educar sin recorrer el camino una misma, uno mismo. En otras profesiones, si. En esta, no. Mientras no estemos dispuestas a mirarnos con honestidad y revisar lo que nos pasa por dentro, seguiremos sin “lograr” esos resultados que buscamos: una clase atenta, participativa, con buena comunicación y empatía, interesada y abierta al aprendizaje.
¡Ojo! Claro está que una parte grande del trabajo debe ser hecha en casa, y que las docentes no son las responsables únicas ni finales de la tarea educativa como un todo. Soy consciente de que cada vez más las niñas y niños, los adolescentes, están dispersos, desconectados, con falta de límites y con comportamientos que dificultan dar una clase. Aún así, o quizás justamente por eso, reivindicamos desde La Semilla Violeta la importancia de recuperar lo humano y relacional en la educación.
EDUCAR DESDE EL VÍNCULO
No habrá cambios si no nos percibimos como parte del problema y si no estamos dispuestas a trabajarnos y a cultivar un vínculo humano con los chicos y chicas. Vínculo humano, si. Primero viene eso, luego la materia. Lo humano es lo sustantivo, la materia es adjetiva y, por lo tanto, secundaria. Esto supone “perder” tiempo de clase en cuidar lo esencial: que haya normas de convivencia, que la manera de hablar y escuchar sea basada en el respeto, que no haya agresiones ni exclusiones hacia nadie, que haya límites y, claro está, consecuencias. Si ningún docente para y atiende todo esto, las clases seguirán sus dinámicas habituales porque no se ha trabajado lo básico. Y si estas frases se han leído pensando sólo en el alumnado, invito a que se lean nuevamente poniéndonos en el centro: que YO hable y escuche desde el respeto, que YO no agreda ni excluya nadie, que YO sepa poner límites, etc. Ahí nos estaremos acercando al cambio que buscamos.
Aunque a veces no lo parezca, todo ser humano busca sentirse seguro, querido y aceptado, perteneciendo a su grupo. Incluso ante comportamientos disruptivos o desafiantes, como les solemos llamar, podemos hacer el ejercicio de ver detrás las necesidades básicas subyacentes, y buscar maneras para conectar y buscar respuestas a ese nivel. Muchas veces niños y adolescentes agreden como una manera de defenderse; se burlan o hacen broma de todo como manera de protegerse para que nadie se meta con ellos. Hay una gran inseguridad y falta de herramientas detrás de esos comportamientos. Si podemos, al menos, ver el ser humano y no sólo su acción, estaremos avanzando muchísimo en nuestra labor.
Texto: Fernanda Bocco
Imagen: autor desconocido