COMPRENDIENDO EL APRENDIZAJE DESDE UNA PERSPECTIVA SISTÉMICA
Las familias y los espacios educativos somos, a día de hoy, los dos grandes sistemas en los que se mueven los niños y niñas durante la infancia y adolescencia. No siempre ha sido así, no en todos los lugares del mundo es así, pero en nuestra cultura esos dos espacios cubren la mayor parte del tiempo de vida de las criaturas humanas hasta la edad adulta.
Por ello, lo ideal seria que ambas instituciones – familia y escuela – trabajaran en conjunto, con una mirada compartida y con un objetivo común: el bienestar y el desarrollo pleno de los niños y niñas. Pero esa alianza de cuidados no siempre ocurre, incluso puede llegar a estar en franca oposición en algunos momentos. Familias que se quejan del centro, equipo pedagógico que juzga y culpabiliza a las familias por la atención (o no atención) que brinda a sus hij@s. Cada parte se refuerza en sus críticas, sin percibir que en el medio queda, sola y desamparada, la infancia.
No es poca cosa que un niño, una niña, se sienta dividido, pillado entre el fuego cruzado de acusaciones explícitas – o veladas – entre esos adultos que ocupan un lugar de referencia para su vida. ¿Debo atender a lo que dice mi madre? O, por el contrario, ¿tendrá razón mi maestra? ¿Me llevan a un lugar dónde no me atienden bien? ¿O son mis padres que no tienen idea de cómo educarme? En ese contexto, es milagroso que la atención de los alumnos y alumnas esté suficientemente enfocada en los contenidos que se dan en clase…
LA IMPORTANCIA DE LA MIRADA CON CONFIANZA
Cuando el ambiente emocional en el aula está teñido por la desconfianza centro-familias-centro, no será posible que ocurra un aprendizaje en condiciones, ya que gran parte de la energía de las niñas y niños estará empeñada en unificar, reunir, aquello que está dividido. Si queremos que haya energía disponible para si mismo, para su aprendizaje y desarrollo, debe haber paz entre los sistemas. Eso es lo único que dará la paz interna necesaria para atender a las clases o a cualquier estímulo externo.
Esta reflexión, nacida desde la mirada sistémica, nos habla de la importancia de un continuum – educativo, comunicativo, pero sobretodo de confianza – que debe haber entre los docentes y centros hacia las familias y al revés. Pero sobretodo desde los centros, ya que somos los profesionales quienes tenemos, o debemos tener, más consciencia, más conocimientos y más herramientas puestas al servicio de mejorar esa relación.
Cuando se reconoce la labor de las familias, se valoriza sus esfuerzos, se escucha su malestar y, sobretodo, se le mira con respeto y dignidad, es abismal el cambio que se puede observar en su hijo o hija, en su actitud y comportamiento escolar. Esto ocurre porque, desde esa confianza del centro hacia la familia, el niño puede sentirse perteneciendo a ese nuevo lugar, donde ni él ni sus progenitores son juzgados o excluidos. Sólo desde un sentido de pertenencia y seguridad podrá relajarse, abrir su corazón y estar en condiciones de recibir y asimilar lo que el aula le puede ofrecer.
Texto: Fernanda Bocco