ENTRE LO DE DENTRO Y LO DE FUERA
Somos seres esencialmente sociales. Nos construimos a través de las relaciones, del encuentro con el otro, de lo que en psicología llamamos la alteridad. Esto supone que nuestra propia imagen se hace a partir de la mirada del adulto que nos materna, de cómo nos percibe y se relaciona con nuestro cuerpo, nuestras necesidades y nuestras manifestaciones. Poquito a poco, vamos recibiendo diversas etiquetas que, aunque no se adjudiquen con mala intención, van dejando huellas profundas en nuestro psiquismo: “inquieto”, “llorón”, “agitado”, “miedoso”… Pero, como suele decir Laura Gutman, en realidad un bebé no “llora demasiado” ni “se despierta muchas veces”, ni “come poco”, sencillamente lo hace más o menos de lo que el adulto de referencia puede soportar. Es decir, somos en función de lo que el otro nos devuelve desde su percepción, y el otro percibe según su propia historia, limitaciones, heridas, etc.
Por eso, desde muy temprano nos hacemos dependientes emocionalmente del otro, de lo externo (su opinión, su aprobación, etc) y nos cuesta diferenciar qué es realmente nuestro y qué es resultado de cómo nos han visto, vivido, tratado. Esa dificultad se traslada, más adelante, para conectar con lo que sentimos, pensamos, queremos o necesitamos en cada momento, distraídos como estamos con todo lo que viene de fuera – expectativas, presiones, recriminaciones, etc.
Uno de los grandes trabajos del ser humano es encontrar precisamente ese equilibrio entre lo de dentro y lo de fuera, lo que soy y lo que los demás ven, lo que yo necesito y lo que necesita el otro, percibir cuándo es el tiempo de estar a solas, en introspección y escucha interna, o cuándo es tiempo en grupo, encuentros, movimiento, ruido… La gran mayoría de adultos estamos, aún, desconectados y confundidos por una serie de reglas sociales que hemos ido estableciendo en las distintas relaciones. Cuando sentimos necesidad de cuidarnos y aislarnos un poco, pero hemos quedado o nos invitan para algo… ¿conseguimos expresar esa necesidad? ¿o estamos preocupados con el qué pensarán, o si se van a ofender? O, desde fuera, cuando alguien nos expresa estar en ese momento de soledad, ¿lo conseguimos acoger? ¿o intentamos rellenar con propuestas porque nos angustiamos ante eso que nos trae el otro?
En estos tiempos de fin de año, de vacaciones, qué precioso regalo sería poder practicar el expresarnos con honestidad respecto a donde estamos, siempre desde el cariño y cuidado hacia el otro, pero sin descuidarnos en el proceso. ¡Qué diferentes pueden ser las relaciones que construimos desde ahí! Relaciones donde cabemos ambas personas, en las que a medida que nos expresamos también nos descubrimos. Relaciones dónde nos encontramos de manera auténtica y podemos, así, seguir probando el eterno vaivén entre el dentro y el fuera.
Fernanda Bocco