POR EL DERECHO AL RIESGO: VIVIR LA INFANCIA PLENAMENTE
Los niños y niñas de nuestros tiempos viven en un mundo muy poco preparado para su presencia. Ya nos alertaba Tonucci sobre la necesidad de pensar, y crear, ciudades de los niños, un proyecto que apuesta por poner a la infancia en el centro de la ciudad y de la planificación urbana.
Una ciudad de los niños prevé que todo espacio público esté pensado para que tanto adultos como niños, niñas y adolescentes, puedan disfrutarlo plenamente, acorde a sus necesidades. Entre otras cosas, esto supone una no separación entre espacios “adultos” e “infantiles”, es decir: en esta propuesta, los parques infantiles dejan de tener sentido como único espacio dónde es posible jugar y relacionarse.
Este tipo de “lugares especiales” sólo existen debido a un entorno adultocéntrico y laboral, en el que hay coches a toda velocidad, aceras estrechas, pocos espacios para correr, etc. Pero, como dice Tonucci, “no les dejamos salir a la calle porque pensamos que la calle es peligrosa; yo estoy convencido de que la calle es peligrosa porque no hay niños en ella”.
Curiosamente, al crear espacios “seguros” en un entorno hostil para la infancia, hemos eliminado prácticamente todo riesgo de su experiencia: todos los “juegos infantiles” son extremadamente seguros, diseñados por adultos teniendo en cuenta, sobretodo, la tranquilidad de los cuidadores. Casi no hay alturas que saltar, tablas que cruzar en equilibrio, árboles que trepar, suelo de tierra dónde rasparse las rodillas si corremos sin atención. ¿Dónde ha quedado el derecho de la infancia al riesgo? ¿Qué pasa con estas generaciones de niños y niñas que no se han puesto a juego en sus límites, que no han probado ampliamente hasta dónde llega su cuerpo? ¿Dónde han ido las vivencias de conquistar el pueblo por nuestra cuenta, cuando la edad ya lo permitía, y experimentar nuestros propios recursos sin un adulto constantemente presente?
Hemos generado una especie de infancia acolchada, siempre en actividades controladas y siempre bajo la mirada atenta del adulto que, sentado en el parque, supervisa lo que la criatura hace o no hace. Creyendo que es lo mejor que podemos ofrecer a nuestros hijos, se nos olvidó que asumir riesgos es fundamental para un desarrollo pleno y sano, ya que fomenta la autonomía, la toma de decisiones, la confianza en sí mismo, el conocimiento detallado del entorno y de sus potencialidades, la paciencia de esperar cuando algo aún no sale, el atrevimiento de hacerlo aún dudando del éxito de lo que se emprende…
Reivindiquemos, como adultos, el derecho de la infancia a asumir riesgos. No defiendo un abandono de niños y niñas, todo lo contrario: riesgos acordes a su edad, o quizás un poquito por encima, ya que los adultos, en nuestro temor, les concedemos menos capacidades de las que suelen tener…
Texto: Fernanda Bocco
Imagen: autor desconocido