CUÍDATE PARA CUIDAR
No podemos dar a los niños y niñas lo que no nos ofrecemos a nosotros mismos; la paciencia, la ternura, la serenidad con la que intentamos tratarlos a ellos cada día es imprescindible cultivarlas también para nosotras. Si no, nos agotamos. Un pozo necesita volver a llenarse para seguir ofreciendo agua; así, nosotras precisamos volvernos a mirar para re-encontrarnos y poder seguir ofreciendo una sonrisa en este tiempo extraño y complejo. Tratarnos con dulzura, hablarnos con mimo, escucharnos sin juicio… es, ahora más que nunca, necesario y urgente.
Es probable que no sepamos cómo hacerlo, quizá nuestra historia personal esté llena de todo lo contrario: culpa, rechazo, autoexigencia y dejarnos para un después que nunca llega. Y, así, nos vamos llenando de resentimiento, agotándonos hasta la médula, perdiendo la alegría y el entusiasmo… apagándonos cada vez más.
Pero hay lugar para la esperanza porque el cambio está en tus manos, depende de ti. Ni de tu pareja, ni del director del colegio, ni de tu hija, ni de tus compañeras de la escuelita; de ti. Reservar un tiempo, por escaso que parezca, solo para ti: para tomarte tu infusión favorita, para leer dos párrafos del libro de tu mesilla, para respirar sin urgencia, para permitirte sentir miedo, tener dudas. Durante ese tiempo dejas de ser quien cuida de otros, para atenderte a ti; como si solo existieras tú, en este preciso y precioso instante… porque te necesitas, te haces falta. Y después, solo después, podrás seguir leyendo libros antes de dormir, responder el enésimo porqué, repartir abrazos telemáticos a tu grupo de niños y niñas…, como si hubiera entrado un soplo de aire fresco por la ventana, renovando nuestro ánimo y presencia. No te olvides de ti, mereces la ternura, el cuido y la paciencia que día tras día ofreces a los demás.
Nuria