que hacer con niños en verano

¿QUÉ HACER CON NIÑOS EN VERANO?

Es frecuente que padres y madres se pregunten qué hacer con sus hijos e hijas en verano. No me refiero a la (imposible) conciliación laboral, a ver cómo organizar el día a día cuando no hay red social o familiar y es necesario seguir trabajando, a la vez que las criaturas están ya en casa. Me refiero a una idea muy extendida de que los niños y niñas deben hacer algo en verano, es decir tienen que aprovechar el tiempo pero desde una lógica productiva.

Así, las largas tardes o mañanas de verano, hechas para re conectar con el tiempo lento y sin compromisos, se convierten en un maratón para que aprendan algo determinado, casi siempre un conocimiento de tipo académico. “Este verano voy a intentar que aprendan inglés”, o “sería genial si en vacaciones se pusieran con mates”, etc. Fichas, clases, actividades, presiones, exigencias…¿en serio? ¿en qué momento hemos pensado que esta es una buena idea?

Parece que aún nos falta comprender en esencia las necesidades más profundas de la infancia. Que no son curriculares. Ni son de “adelantar” contenidos. Son de jugar, relacionarse, descansar, reírse, correr, ensuciarse, observar animalitos, andar descalzos, disfrutar de un libro (adaptado a su desarrollo), saltar, participar en la rutina familiar, refrescarse, descansar (sí, ya lo he dicho, ¡lo vuelvo a repetir a ver si así lo entendemos!).

Quizás si lo abordamos en clave neurocientífica le demos la importancia que se merece. Allá vamos.

POR QUE EL CEREBRO NECESITA DESCANSO

Hoy en día estamos expuestos a una inmensa cantidad de estímulos. Cientos de veces más que nuestros antepasados. Y los niños y niñas especialmente: canciones, dibujos animados, películas, libros, todo está hecho pensando en ese gran público consumidor, en cómo captar y mantener su atención (para vender más). Nos han vendido que a más estímulo, y cuanto más temprano, más inteligentes serán nuestras criaturas. ¡Nada más lejos de la verdad! De hecho, un famoso material diseñado para “estimular la inteligencia” de los bebés tuvo que retractarse después de ser denunciado: no había ninguna evidencia de que eso ocurriese así.

Todo aprendizaje necesita tanto la exposición a esa información como un tiempo de pausa para poder procesarla e integrarla. De hecho, organizamos lo aprendido a lo largo del día durante la noche, cuando dormimos. Ahí es cuando se asienta y pasa a formar parte de nuestro conocimiento. Eso pasa a diario, pero también lo podemos llevar a otro tipo de ciclo: cinco días de “actividad” necesitan dos días de reposo. Y los largos meses del año necesitan al menos algunos para realizar ese mismo proceso de asentamiento e integración de lo vivido.

Es lo que se llama tiempo de inactividad, o de reposo. En palabras de Marta Lapid Volosin, Dra. en Neurociencias: “el cerebro es una red neuronal que reconecta constantemente en el ejercicio de aprender nuevas tareas. En este proceso, la capacidad de procesamiento de la mente consciente es limitada. Por ende, hay que brindarle tiempo de relajación y descanso al cerebro”. No solo eso, sino que el tiempo de inactividad, es decir el descanso, repone las reservas de atención y motivación del cerebro.

Si una persona está todo el tiempo en modo actividad, genera más cortisol, hormona vinculada al estrés que impacta tanto el hipocampo (zona de la memoria y aprendizaje) como en las amígdalas cerebrales (área que modula las emociones). Esto conlleva a un menor rendimiento mental, además de un aumento en la ansiedad y en los miedos, según sea el grado de exigencia del entorno.

Entonces…

¿QUÉ PODEMOS HACER CON LOS NIÑOS Y NIÑAS EN VERANO?

Lo que la medicina recomienda para relajar y resetear la mente es, sobretodo, la actividad física y los encuentros sociales. Curiosamente, es exactamente lo que la infancia hace de manera espontánea a través el juego. ¿No es fantástico? Así que en líneas generales, lo mejor que puede hacer una criatura a lo largo de toooodo el verano, todo el tiempo que lo desee, es jugar.

Además, hemos hablado en otras ocasiones la importancia del vínculo con el adulto, y de la co-regulación emocional a través de ese vínculo. Por eso, otra recomendación es que pasemos tiempo con nuestros hijos e hijas. Que estemos presentes, sin un objetivo definido, sin una tarea que hacer, sin algo que les queramos enseñar. Que sencillamente juguemos, caminemos, o miremos las estrellas junt@s. Con la confianza de que es lo mejor que podemos hacer, de verdad, por su desarrollo pleno.

Texto: Fernanda Bocco

Imagen: autor desconocido.



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