El bienestar emocional docente debería ser un pilar del sistema educativo
Hace unas semanas salía publicado un estudio nacional sobre la salud emocional de las docentes, y las cifras me dejaron asombrada. Por poner un dato: un 38,4% percibe su estado emocional como cercano a la depresión,
¿Cómo es posible que las personas responsables de una de las tareas más importantes en una sociedad tengan un estado de ánimo tan deteriorado? ¿Qué fortaleza puede encontrar una maestra con esta realidad emocional para afrontar los retos de aulas cada vez más diversas y complejas?
Yendo más allá: las autoridades y muchos equipos directivos, lejos de poner atención en un aspecto tan delicado y urgente, siguen aumentando la presión administrativa y curricular. Como si el problema no fuera con ellos.
Yo no quiero hacer como si esto no fuera conmigo, con La Semilla Violeta. Porque lo considero una absoluta prioridad.
Sabemos que la tarea educativa es exigente y muy demandante. Es un reto que te necesita preparada, disponible, presente. Y para eso es imprescindible atender tu salud emocional. ¿Por qué? Porque seamos conscientes de ello o no también llevamos al aula la manera en la que nos sentimos, cómo estamos.
Te pongo un ejemplo: imagina que justo antes de una reunión de claustro tienes una fuerte discusión con tu pareja por teléfono. Seguramente tu capacidad de atender durante la reunión sea muy escasa, casi nula. Puedes sentirte despistada, alterada o con menos paciencia. No tienes la capacidad mental suficiente para responder a lo que te requiere esa reunión porque hay una parte importante de ti que se ha quedado en lo que ha ocurrido, pendiente de ello; atrapada allí. Imagina que después vuelves al aula y se te acerca una niña llorando con ganas de ver a su papá, o que sucede el enésimo conflicto del día… ¿cómo crees que responderías? Seguramente de modo impaciente, desajustado de lo que esa situación requiere, como resultado de tu estado emocional.
¡Ojo! Con esto no quiero decir que tengamos que llegar al aula con nuestra realidad emocional atendida, porque si no no podríamos estar nunca en el aula, ¿no crees? Lo que quiero transmitirte es que tu estado emocional influye en la manera en la que estás en el aula e inevitablemente en la manera en la que enseñas. Además los niños y niñas son un auténtico “radar” emocional. Se sabe que ya desde los 6 meses son capaces de leer nuestra respuesta emocional a sus conductas. ¿Por qué? Porque les va la supervivencia en ello: si la respuesta del adulto es de rechazo a lo que están haciendo, puede que ese adulto ya no esté disponible para atender sus necesidades básicas. Por ello aprendemos desde muy pequeños a ajustar nuestra conducta a lo que el entorno espera de nosotras. Pero eso es otro tema.
Vamos un paso más allá. Ahora ya sabemos que el modo en el que estamos en el aula tiene todo que ver con nuestra realidad emocional. Pero, además, aquellas emociones que más nos cuesta aceptar en nosotras mismas son las que más nos costará acompañar en los niños y niñas.
¿Sientes el impulso, casi incontrolable, de distraer a un niño que está llorando?
¿No soportas que tu hija siga eligiendo jugar con esa amiga que “tanto manda”?
¿Animas a ese alumno tímido a que deje de esconderse detrás de tus piernas y salga a jugar?
La falta de aceptación se viste de muchas maneras. Se disfraza.
Porque seguramente sea algo inconsciente y si te preguntaran negarías que tiendes a minimizar, distraer e intervenir en ciertas conductas o emociones. Pero la realidad es que todas, todos, lo hacemos, en mayor o menor medida.
Puede ser con los que “no saber decir no”, “los que no se atreven a nada”, “los que están todo el día queriendo que les haga caso”, y un etcétera tan largo como personas somos.
Casi siempre, aquello que más nos cuesta aceptar en ellos es aquello que, de pequeñas, sentimos que teníamos que cambiar. Que éramos demasiado (tímidas, miedosas, lloronas…) o muy poco (atrevidas, rápidas, empáticas…). Por poner solo algunos ejemplos.
Y, claro, ver eso en alguno de los niños y niñas con los que estamos se nos hace difícil de tragar. Se nos hace bola. Porque algo muy profundo SIENTE que ese rasgo no es adecuado, bienvenido, deseable. Y haremos lo que sea para que desaparezca de ellos, pero en realidad lo estamos haciendo por nosotras.
Así que no: tu bienestar emocional no es un capricho. Debería ser una prioridad en las políticas educativas. Porque la enseñanza es ante todo una relación humana y a ella llevamos cómo estamos, quiénes fuimos, cómo nos sentimos.
Por eso es imprescindible crear espacios de cuidado docente, encuentros, formaciones, redes, reflexiones… para poder ganar en bienestar y así estar más disponibles en el aula. Y no lo olvidemos: para que también tu vida sea un lugar en el que te alegre estar.