EL RESPETO Y EL CUIDADO MÁS ALLÁ DE LOS TRES AÑOS
Hablar de respeto en bebés y niños/as pequeños empieza a ser algo cada vez más conocido, más nombrado, más familiar: nos planteamos el porteo, pensamos en cómo ofrecerles sus primeros alimentos sólidos (quizá siguiendo la propuesta del BLW), ponemos los objetos a su altura, quizá el colecho… pero, ¿qué pasa cuando ese bebé crece y cumple 5, 6, 7 años? ¿en qué consiste el respeto entonces?
Probablemente con los niños y niñas más mayores las preguntas que podemos hacernos empiezan a ser más complejas y las respuestas quizá no sean tan claras, invitándonos a una mayor reflexión.
¿Cómo ofrecerles atención cercana en los cuidados, ahora que son autónomos en esos momentos? La idea es seguir considerando estas ocasiones como oportunidades para ofrecer cercanía, calidad en la relación, presencia, disponibilidad… quizá ahora podamos lavarnos juntos las manos, o solo estemos a su lado mientras se pone el abrigo, las botas, dando lugar quizá a una charla distendida, un comentario cómplice; alimentando, en definitiva, el gusto de compartir tiempo uno al lado del otro. Esos momentos pueden ser origen y oportunidad para desahogos más profundos que quizá de otro modo no encontrarían la manera de ser expresados.
¿Qué implica respetar su momento de desarrollo, a nivel cognitivo? Solemos poner mucho empeño en que los niños “entiendan”, “comprendan”, pero lo cierto es que ellos tienen una forma diferente de comprender el mundo, simple y llanamente. Si una niña nos dice que “a ella solo se le van a caer los dientes de delante”, haremos uso de todo nuestro argumentario adulto para convencerla de lo contrario y, lo que es peor, posiblemente lo consigamos y acabe dándonos la razón, pero… ¿a qué precio?, ¿qué habremos conseguido con ello? Posiblemente, esa niña irá poco a poco desconfiando de su propia experiencia, de las conclusiones a las que llega por sí misma, para ir dejando en manos adultas, o de otros niños y niñas de su edad, su visión, interpretación y comprensión del mundo. ¿De verdad es tan grave que una niña piense, durante un tiempo, que solo se le caerán esos dientes? ¿Cuál es la peor consecuencia que podría tener esto? Quizá alguna discusión con algún compañero (bien interesante de presenciar, por cierto) sobre la verdad de uno y otro punto de vista. Nada tan importante. Porque lo verdaderamente trascendente es lo que está al otro lado de la balanza, lo que estamos preservando: su confianza en sus propias capacidades, en su forma de entender el mundo, su mundo, que hoy es aquel en el que solo se caen los dientes delanteros.
No hay una edad en la que se deba poner fin a los cuidados, al respeto, a la delicadeza, a la ternura… ojalá esto se fuera convirtiendo poco a poco en elementos comunes de toda relación humana, más allá de edades, de condiciones físicas, de capacidades mentales… Que todos y todas, por el simple hecho de existir, nos supiéramos merecedores y generadores de relaciones saludables, equilibradas y respetuosas. Ojalá, un día, no hagan falta
textos como este.
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Texto: Nuria Comonte.
Imagen: Autor desconocido.