SOBRE EL “TEMIDO” MOMENTO DE RECOGER
Hay algunas preguntas que aparecen con frecuencia en las charlas con familias: qué hacer durante las rabietas, cómo gestionar las peleas entre hermanos, cómo conseguir que recojan sus juguetes… Hoy nos detendremos en qué podemos tener en cuenta en el momento de la recogida y, en sentido más amplio, para favorecer la colaboración de los niños y niñas en la vida cotidiana del hogar o del aula.
¿CUÁNDO EMPIEZA LA COLABORACIÓN?
Para empezar podríamos preguntarnos en qué momento empieza la colaboración de un niño, de una niña. ¿Qué pensarías si te digo que ese proceso empieza desde su llegada al mundo? Quizá pueda sonar extraño, pero es una invitación a ir a la raíz misma de este proceso, porque la colaboración habla de una tarea compartida, de algo que hacemos junt@s. Por eso para ir al origen debemos preguntarnos, primero, cuánta colaboración les hemos ofrecido nosotros.
Ya de bebés se puede iniciar un bonito proceso de co-participación entre el adulto y el niño en cualquier momento de cuidado. Esas rutinas cotidianas son una oportunidad para establecer un diálogo adulto-niño en el que ambos tienen algo que decir. Así, el adulto se sitúa a la escucha del niño, ofreciendo tiempo para sus respuestas, respetando sus ritmos. Esto no quiere decir que esos momentos se prolonguen demasiado en el tiempo ya que el adulto debe tomar la responsabilidad de ofrecer un marco temporal claro en este sentido, algo necesario para ambos.
Con demasiada frecuencia en esos momentos el adulto impone una manera determinada de hacer las cosas o, en el peor de los casos, hace todo ello sin más, como si el bebé fuera más un objeto que un sujeto. ¿Cómo podemos esperar que un niño colabore, participe, cuando desde el inicio de su vida no lo hemos tratado como alguien capaz sino más bien como un boceto de lo que será? Los niños y niñas no son adultos en construcción; son seres humanos de pleno derecho y nuestro trato hacia ellos debe permitirles sentirlo con certeza, sin lugar a dudas.
Y SI MI HIJO/A YA NO ES UN BEBÉ… ¿QUÉ HAGO?
Los niños y niñas nos ofrecen, todos los días, multitud de oportunidades de hacerlo de otra manera, diferente: otro momento de comer, un nuevo momento de cambiarse la ropa, otro baño… Nunca es tarde; con ellos siempre estamos a tiempo: de introducir algún cambio, de intentar algo nuevo. Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo puedo tener en cuenta a mi hijo, a esta alumna? ¿cómo puedo hacerle llegar el mensaje de que lo tengo en cuenta, de que es importante para mí?
Quizá sea llevarle una piedrecita que hemos recogido en un viaje que hemos hecho, prepararle las cosas del baño aunque ella pueda hacerlo por sí misma, reservar un espacio en la estantería el salón para que pueda tener sus libros… solo tú podrás encontrar la respuesta única de lo que puedes ofrecerle: desde tu autenticidad, desde quien eres genuinamente. Y desde esa relación única que construyes con él, con ella. Esa que no entiende tanto de teorías o metodologías sino más bien del encuentro único que construyes, construís, juntos, cada día.